jueves, 23 de octubre de 2008

Si cumpliera el tiempo


OTOÑO, luz de vitral filtrada para dos


Fue ese un mediodía bien soleado, luminoso.

Fue en León el principio del camino, donde fui al encuentro de mi amigo en peregrinaje. Yo iba a caminar sólo tres días, hasta Astorga: él venía haciendo el Camino de cabo a rabo.

Recuerdo que volvíamos del Barrio Húmedo, tras varias horas de encuentros, a carcajada viva.
Y nos cruzamos con tus amigos: el novato vestido con un chubasquero transparente con capucha; el de al lado con un cartel que anunciaba “ 1€ = 1 huevo”; más al lado el que sujetaba los huevos -sí, sí, los huevos: blancos, rubios, docenas de ellos-, y más allá aún quien cobraba en una hucha de cartón. En última instancia estabas tú, y todo indicaba que había que seguir el orden pertrechado para llegar hasta ti.

Y en la Bicha el vino del Bierzo, el Prieto Picudo, las morcillas, los choricillos, esos cortos tradicionales que el camarero adornaba con sus comedias y sus chistes. Camino a la catedral tu bendición.

Así que saqué una moneda, de 2€, lancé dos veces, jiji, qué gracioso. Después Dom que, tras errar por muy poco el primero,se aseguró el segundo rompiendo la cáscara en la cabeza de la víctima como si se dispusiera a cocinar un huevo frito que, por el desparrame, sería huevo revuelto.

Y entonces entablamos conversación, bien hallada en ese día de encuentros. Fui escuchando las historias sobre las subhastas de novatos en tu facultad. Parece que los veteranos compran a los novatos y pujan por ellos en la gran subhasta. Si adquiriste a alguien, estás en el derecho de que el esclavo haga lo que le pidas, y él en su obligación. Parece ser, de todos modos, que todo adquiere un tono bastante simpático y que nadie excede un rol comedido y, finalmente, el dinero recaudado va a parar a la cena o viaje de fin de curso de la promoción de último curso.

Por fin me iba acercando a ti. Creo que te pregunté si no te podíamos lanzar huevos a ti también. Me dijiste que tú ya fuiste novata el curso anterior, y sólo les acompañabas en esa tarde de recaudación de risas. Te reías con todas nuestras intervenciones, creo que ya te reías viéndonos caminar con ese deambular peregrino. Cada vez que hablabas me embobabas más: parecías tan enteradita. Y muy alegre, y espontáneamente natural hasta el descaro y la grosería. Pero qué fina eras además, y un poco coqueta también, pese a tu inclinación, pletórica y evidente, hacia el lado despreocupadamente masculino de ver las cosas. Tal para cual pensaba, y te dije que te tenía que volver a ver. Cuánto jolgorio, Dom y yo llegábamos de la dicha de La Bicha en plena cresta de la ola, tras meses sin habernos visto. Me cantaste tu número medio a hurtadillas, lo comprobé, y seguí mi peregrinaje hacia la catedral girándome cada veinte metros, viéndote cada vez: qué belleza grácil la tuya, y cómo te reías mirándome, qué risible, y qué punzadas, como las que sintiera de niño cuando miraba de reojo a la chica que me gustaba, y me pillaba: sabes? Esa onda ardiente que te sube como el vértigo desde un punto aún más fondo que la íntima vergüenza, como para abrasarla y no dar cuenta, pero ya llega a la garganta y prende voz, y viene hablando por ti allí adentro, y tiene ganas de vociferar afuera estallando en en un gruñido, progresivo y liberador que, quien ya lo haya sacado, sabrá que arranca de nuevo en lo más fondo para acabar con todo y barrer las cenizas de un secreto mudo y robado: como si lo importante hubiera estado siempre en el fondo, y nunca se hubiera podido sacar con las manos, y el cuerpo tuviera cómo hacer. Fueron 900 batidas del corazón las fracciones de esos quince minutos que te vi:


Fue en un encuentro felino parpadeando
A la libertad que media entre dos jaulas;
Que del león moribundo en contrabando
Ya ronroneaba en ti, la gata maula.

Quizás fortuito? Quizás fue casual:
Quizás de mi principio tú eras final.
Y hallazgos hubo en las húmedas risas
Que son simiente de un pasado dormido.

Y de la marea creciente en camino
Bate en ola de espuma fraterna el vitral:
Si fueras polar, deseo peregrino
Y oración de esperanza en la catedral!

Allí no viva un poema sin saber
Y no muera, este verso sin que sepas.



Tras el INVIERNO largo y en lontananza

Seguramente salta en tus ojos
Mas vida que la que pueda compensarte;
Hay en tus labios ternura que
Aún no aprendieron los míos a darte.

Vino a dorar tu pelo a su antojo
El sol espigas de perfume de tierra;
Y en tu rostro de luna empecé
A andar hacia atrás mi locura de guerra.

Caminando como de puntillas
Delicado de tu espalda hasta tu pecho,
Tu piel viene a sucumbir mi espada
De sus peligros de fuego, a tu lecho.

Letargo desde las maravillas
De tu intimidad grácil, fértil, serena:
Dulce sueño tener una amada,
Lento embrujo en tu cuello la luna llena.


PRIMAVERA frutal

Hoy es una cosa sencilla la que tengo que contarte.
Tómate algo si quieres: un respiro.
La casualidad sucede cuando encuentra, y hoy ocurre que celebra el nuestro.
Hoy cumple el tiempo que te conocí, y no se acaba.
Hoy los párpados de mi memoria tintinean sobre los ojos con los que te vi.

Fíjate el azar que tiene el verte aquí de nuevo.
Y fíjate de nuevo: qué tiene el verte aquí otra vez.

Déjame ser por un momento redundante: día ordinario.
Déjame ser redundante y comparativo: arrastrarme por el suelo como un gusano.
Déjame ser redundante por metamorfosis y asimilación: vivir para morir.
Y ahora déjame ser contradictorio: día extraordinario.
Y ahora contradictorio y superlativo: tornarse en un capullo y volverse mariposa.
Y ahora contradictorio por metamorfosis y asimilación: morir para vivir.

Qué bien que no tengamos ya sólo momentos fuera de lo común.
Y que me leas los labios.
Y me hables con lo que escribo.
Que te extrañes de lo extraño.
Y desees lo ocurrido.

Que como antes no te tenga.
Y sin embargo no me faltes.
Qué bien haber sido afortunados:
Vivir de lo común y haber cambiado.

Hoy es una cosa sencilla.
Tengo que contarte:
Tómate un guaraná, si quieres.
No quiero hablarte de casualidades,
Pese a que siempre aciertan:
Es cierto que el tiempo cumple;
Y a cada destino una estación.
No quiero más repetirme.
Asimilo la contradicción.
Yo me quiero a ti.
Yo te quiero a mí.
Yo te quiero.
Te quiero.


Y en VERANO arde el ciclo

Por panacea se me ocurre menguar
Las lenguas de tu fuego desbocado con
La brisa del aliento con
Que te entrego mi viento
Huracanado.

Después llego a volar zumbando
Cual himenóptero bombero al panal
De tu cuerpo en ascuas,
Para acercarme,
Milimetrando mis pasos
En la ambrosía
Que hornea tu piel encendida,
A libar por cada uno de tus poros el néctar
Tíbio de tu primavera velada.

Y Llamaré a sus fuentes y a sus
Ríos
Con Mis tambores de guerra.
Y a su respuesta en cascada atenderé
En círculos concéntricos, batiendo
Mis alas en remolino para inundarte,
Toda, en un abrazo constante de tifón.

Ya de calma cenicienta el volcán de tu llamada,
Vendré de frescura liviana a cuidarte en un beso:
Del amor templado, su cálido ardor.